jueves, 24 de diciembre de 2009

Fuego... cenizas... ruinas. Todo está oscuro. El sol se ahogó hace tiempo, la luna se esconde aterrada.
Sigues corriendo, luchando contra el miedo y la angustia que atenazan tu corazón. Sientes que te falta el oxígeno, el aire huele a ceniza y odio. Quieres parar, descansar, echarte a tierra, cavar un agujero y esconderte por siempre... pero no puedes. Sabes que debes continuar. Sabes que hay mucho en juego.
El suelo se hace cada vez más caliente bajo tus pies desnudos. Oyes gritos a tu espalda. Te detienes. Algo te golpea la nuca. Caes a tierra, muerdes el polvo. Te giras, aun conmocionado. Ves a unos metros, entre la bruma, una niña, arrodillada. Sus lágrimas riegan la tierra cenicienta. Y a tu lado, otra niña. Sus ojos se clavan en los tuyos. El odio de su mirada te atraviesa el corazón como un puñal. Es la misma niña por la que corrías, la misma por la que has derramado sangre, sudor y lágrimas. Recorres con la mirada una gruesa cadena, que las ata a las dos. Esa misma cadena que lleva ahí tanto tiempo, y ahora parece a punto de romperse. Sigues con la vista la cadena sujeta a la argolla atada a tu cuello, que se une con la de esas niñas. Esa misma cadena que ahora, se ha convertido en el centro de tu mundo. Ella te sigue mirando con odio...
Dejas caer la cabeza, agotado. Miras al cielo, oscuro y sin estrellas, preguntándote por qué luchar en una guerra que no es tuya, donde nadie te ha llamado y nadie te quiere. Vuelves a alzar la cabeza... vuelves a mirar a esas niñas, a esa frágil, y a la vez robusta, cadena... En tu pecho se oyen cristales rotos...
Te levantas de un salto. Te das la vuelta. Continúas corriendo. No hay tiempo para descansar. Eres consciente de que si su cadena se parte, tú lo harás con ella. Ahora sí es tu guerra.
Te falta el aire. Pierdes la noción del tiempo. No sabes ni por qué lo haces ya. Te dejas guiar por la inercia que mueve tus piernas. En tu camino te encuentras sombras que te observan con rostros indescifrables.
Sabes que la luz está lejos, pero existe. Sabes que debes llegar allí, a toda costa. Aunque no sobrevivas a las heridas de tu espalda, debes seguir. Aunque esos cristales en tu pecho nunca dejen de tintinear...

*Dolorido, ensangrentado, con una bala en el corazón. Pero vivo para seguir luchando*

Lo siento...E,V. (LL)


¿Por qué dar el honor de ser la primera entrada de este, por otro lado, cutre espacio mío, a un blog que tiene tanto tiempo, digamos "de segunda mano"? Bueno, tal vez sea porque fue este el primer paso, o lo que me impulsó a darlo. O quizás sea porque forma parte del pasado, que realmente es lo único seguro. O simplemente, porque es MI blog, y hago lo que me da la gana =).

¿Acaso importa la razón?

No hay comentarios:

Publicar un comentario