jueves, 24 de diciembre de 2009

La vida continúa

Una cadena. Dos niñas.
Y tú.
Finalmente, llegaron a la luz. La cadena que las une lanza destellos bajo los cálidos rayos del sol, más fuerte y robusta de lo que jamás fue.
¿Lo es?
En la muñeca de cada una, un lazo de plata serpentea dulcemente hasta engarzarse en el brazo de dos niños. Su fulgor te ciega.
Negras nubes se ciernen sobre sus cabezas. ¿Vestigios del pasado que el viento se lleva? ¿O sombríos augurios de un futuro próximo?
Y, ¿qué hay de ti? ¿De tus augurios? ¿De tu futuro? Tú aún sigues cargando el peso de tus cadenas sobre la tierra árida. La argolla de tu cuello desapareció, no así los desgarros en tu piel. ¿Y el tintineo en tu pecho? La estructura de cristal parece recomponerse, para volver a caer con cada leve movimiento de uno de los lazos argénteos. No sabes que hacer para detener el ciclo.
¿No sabes?
Una sombra de capa negra y rostro encapuchado se alza ante ti. De entre los pliegues de su túnica aparece una mano huesuda y espinosa. Sostiene una pistola. La levanta, la apoya sobre tu pecho, apunta a tu corazón. Dispara.
Carga. Dispara. Carga. Dispara.
Los cristales vuelven a dispersarse en tu pecho. Las lágrimas caen por tus mejillas encendidas.
La sombra aparta su mano. Antes de que se esconda de nuevo, la agarras con ansia. Su mano incorpórea se funde en una bruma con la tuya. Ya no las distingues.
¿No las distingues?
Vuelves a dirigirla a tu corazón. Vuelves a cargar. Aprietas el gatillo.
Lánguidas lágrimas ruedan de nuevo por tu cara, recorriendo el seco camino que dejaron sus hermanas. Una torcida sonrisa se dibuja en tu rostro, difuminándolas.
Las dudas se adueñan de tu mente. Te sientes tan patético, tan ególatra, tan repulsivo, tan…

Y-Basta.
R-¿Cómo dices?
Y-He dicho que basta.
R-¿Quién crees que eres?
Y-¿Y tú?
R-Yo sé quién soy. ¿Puedes tú decir lo mismo?

Silencio

R-Eso creía.

Miras a tu alrededor con furia.

Y-¡Déjate ver!
R-Tus ojos no pueden verme.
Y-¿Quién eres?
R-Tu peor enemigo.
Y-¿Es una amenaza?
R-Es una realidad.
Y-¿Qué derecho tienes a juzgarme?
R-¿Acaso no son verdad mis palabras?
Y-No.
R-Entonces, ¿por qué sostienes aún esa pistola?

Miras hacia tu mano. La sombra parece haberse difuminado, pero la pistola sigue firmemente enganchada a tus dedos.

R-¿No tienes una respuesta que darme?
Y-No… no la tengo.
R-Eso pensaba.
Y-¿La tienes tú?
R-Quizás sí.
Y-Pues dímela.
R-No.
Y-¿Por qué no?
R-¿No lo entiendes?
Y-Basta de enigmas.
R-¿Enigmas? ¿Qué es un enigma? Mírate en el espejo.

Te giras. A tu lado hay un trozo de cristal. Te acercas a él, lo observas. En su superficie se refleja un pequeño perro. Y personas. Personas que lo miran con compasión. Personas que pasan de largo sin dirigirle la mirada. Personas que se acercan a acariciarle la cabeza. Personas que se acercan a patearlo.
Al final, todas siguen con su camino, dejando al pequeño perro atrás, borrándolo de sus memorias. Pero el animal sigue moviendo la cola y sacando la lengua, enseñando la tripa. Pase lo que pase.
Las personas desaparecen. El perro gira la cabeza. Te mira. Te ves reflejado en sus ojos verdosos.

R-Los ojos de tu alma.
Y-Eso...
R-Sí.
Y-no...
R-¿Aún no lo entiendes? Pusilánime egoísta…
Y-…basta…
R-…olvidado por todos…
Y-…Basta…
R-…querido por nadie…
Y-¡¡BASTA!!

Levantas la pistola, la llevas hacia tu boca. Disparas.
Sientes la bala atravesar tu nuca, el cañón caliente en tu paladar.
Pero no caes.
Empiezas a comprender

R-No se puede matar…

Pero no desistes.
Sacas la pistola de tu boca. La pones sobre tu sien. Cargas. Aprietas el gatillo.
No hay balas.

R-…a lo que ya está muerto.

Tu cara es el reflejo de la verdad. Mi sonrisa se dibuja en tu rostro; nuestro rostro.

Y-¿¡Quién eres!?

¿Necesitas la respuesta?

R-Soy, tú.

http://www.youtube.com/watch?v=YyvUvnCyZMA&feature=player_embedded


“¿Encontraste tus verdaderas alas, mi pequeña bailarina de cristal?”

Lamento no ser tu marionetista… (LL)



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