jueves, 11 de febrero de 2010


Hojas secas cubriendo el suelo. Una estilizada figura moviéndose entre las ramas. Su paso tranquilo. Su mirada suave.
Unas voces airadas suenan a su espalda. La oscuridad desgarrada por la intrusión de antorchas furtivas.
Ella corre, asustada. Su agilidad hipnotizante, nadando y saltando entre las frágiles hojas amarillentas. La fiereza salvaje corriendo por sus venas, bañando su piel desnuda.
Las voces y las antorchar parecen perderse en la negrura. El silencio vuelve al bosque, sólo roto por el chasquido de las hojas y su respiración agitada.
En un claro, la luz nívea de la luna perfila su extraña figura durante apenas un suspiro. El paisaje tiene un halo de ensoñación. El aire, un olor acre.
La espesura se diluye. Los rayos de luz se hacen más claros. El ramaje da paso a una abrupta ladera. A su espalda, la masa iracunda se abre paso a hoz y fuego. El desgarrado aullido de un animal acorralado...

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