domingo, 2 de mayo de 2010

Recogió la botellina de la arena y la examinó. "¡Es ésta! ¡Al fin!", se dijo con ilusión. La apretó con fuerza contra su pecho y corrió a casa.
Entró rápida como un rayo, subió los escalones de dos en dos y entró en su cuarto, su pequeño refugio lejos del mundo.
Destapó la botella y sacó con delicadeza el papel que había dentro, como si de un tesoro se tratase. Y en cierto modo lo era...
Desenrrolló la hoja amarillenta y la leyó con el corazón acelerado. Cuando terminó, abrió el cajón en el que guardaba bajo llave el resto de mensajes, y lo metió con las demás.
De otro cajón sacó un pedazo de hoja blanquecina y una pluma antigua que tenía reservada para esos momentos, y los colocó sobre la mesa.

"Hola", comenzó."¿Qué tal estás? Yo estoy muy bien. Sigo ayudando a mi papá en el bar. Últimamente hay mucho trabajo y acabo agotada, pero papi dice que eso es bueno, y sonríe, así que yo también soy feliz. Me alegro mucho mucho de que tu mamá se pusiera bien! Seguro que es por lo bien que la estuviste cuidando.
¿Sabes qué? Ayer estuve en la boda de mi prima. Estaba muy guapa, tendrías que haberla visto. Fue tan bonito que acabé llorando, ¡qué vergüenza!
Cuando seamos mayores y podamos vernos nos casaremos así, ¿a que sí? Prométemelo!
Bueno, creo que ya es hora de que acabe, que tengo que ayudar a mi papá. ¿Escríbeme pronto, vale?
Te quiero mucho mucho"

Una vez seca la tinta, enrrolló el papel y lo metió en la botella. Colocó de nuevo el tapón y lo selló con un poco de grasa derretida que tenía preparada. A la mañana siguiente, se levantó muy temprano, cogió la botella y corrió hacia la playa.
Besó el cristal para que no se perdiera por el camino, y lo lanzó al mar con todas sus fuerzas. Ninguno de los dos niños sabía a ciencia cierta si era un beso lo que la guiaba en su camino a través del océnao, pero lo cierto era que la botellita siempre llegaba a su destino, con las ilusiones de los dos pequeños grabadas en un trocito de papel.

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