martes, 20 de julio de 2010

Lloran

Sobre aquellas escaleras hay un chico sentado. Está deshilachando con sus manos los hilos de su vida. Mete los dedos entre las hebras y las despedaza sin compasión. Mientras sigue con su labor, los hilos de su felicidad perdida van cayendo al suelo y amontonándose en el olvido. Cuando le preguntan por qué lo hace, él responde con voz neutra: "Porque es mía". Y sigue afanosamente en su labor destructiva.

Para él no hay tiempo ni conciencia. Nada hay que detenga sus dedos. Sin prisa pero sin pausa, hace jirones su vida y su felicidad. Sólo es un cuerpo rico con un alma paupérrima. Pero eso a él no le importa.

Los hilos yacen en el suelo aún. Podrías recogerlos y tratar de remendarlos ahora que el viento no los ha esparcido. En vez de eso, te levantas y te vas. Mientras los hilos de tu vida se deshacen en la tierra seca y arenosa del olvido y el dolor. Y llorar. Lloran desconsoladamente. Puedo oír sus lamentos desde aquí. Lloran.

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