martes, 25 de mayo de 2010

Mercenarios

Me miró con la espada ensangrentada y la cara contorsionada en un rictus mezcla de dolor e ira. Tenía el miedo grabado en los ojos. Me miraba como si fuera yo el que había movido su mano.

-¿Qué hemos hecho, Rivav? ¡Es-están mu-muertos!- balbuceó-. Los hemos…

-Cállate- lo corté, tratando de imprimir carácter a mis palabras-. Deja de temblar de una vez o hasta ellos se reirán de ti.

Aquello no hizo sino avivar la ira del muchacho.

-¿¡Que…que de-deje de temblar!? ¡He matado, Rivav! ¡He segado vidas inocentes! ¡He…he escupido sobre mi honor! Maldita sea, Rivav! ¡Maldita sea! – descargó un golpe sobre la pared.

Suspiré y puse los ojos en blanco. No era extraño ver aquel tipo de reacción en el bautizo de sangre de un principiante.

-Escucha, Idia- le dije, tratando de hablar con suavidad-. Deja de lamentarte. Somos mercenarios. Hombres sin dueño ni senda fija, almas libres vendidas al mejor postor. El honor no fue pensado para gente como nosotros. No dudamos, no preguntamos, actuamos. Porque nadie, ¿me oyes?, absolutamente nadie, intercederá por un mercenario-. Hice una pausa y respiré hondo-. Esta es la vida que hemos elegido… si no te gusta, lárgate.

>>Y ahora, registra esos cuerpos y busca algo de valor en las habitaciones. Cuando acabes enciende una antorcha y quema la casa.

domingo, 23 de mayo de 2010














¿Cómo puede un hombre temer más a su pasado que a su futuro...?

sábado, 22 de mayo de 2010

Chocolate caliente



Hace calor en la habitación. La calefacción hace tiempo que está apagada, pero el calor se mantiene como una burbuja. Es agradable. Estoy apoyado contra el cristal de la ventana, empañado por el frío. Fuera sigue siendo invierno.

Oigo el chasquido de la puerta. Te veo entrar con dos tazas de chocolate bien caliente. Es curioso, cuando has entrado el calor asfixiante se ha suavizado un poco.

Te sientas en el alféizar frente a mí y me pasas una de las tazas. Cierras los ojos y respiras profundamente. Conociéndote, estarás disfrutando del contraste entre la calidez de la habitación y el chocolate en tus manos con el frío del cristal. Adoro la serenidad de tu cara en estos momentos.

Abres los ojos y miras hacia fuera. Está empezando a llover. Las hojas se agitan y el suelo comienza a llenarse de manchitas y embarrarse. Sonríes.

-¿Sabes? Me encanta la lluvia- me dices con una voz suave.

-Lo sé- respondo dándole un sorbo al chocolate. Espeso en su justa medida, como sólo tú sabes hacerlo.

-Es como…-prosigues con expresión soñadora, sin hacerme caso-… si vinieran de parte de las nubes para lavar la cara de la tierra…

-Lo sé – vuelvo a responder.

-…y limpiar los pecados del mundo.

Esta vez no pude evitar sonreír.

-Lo sé.

Me miras con la cara de una niña pequeña enfadada. Se me enternece el corazón cada vez que te veo así.

-¿Tú te crees muy listo, no?- me dices con una vocecilla que pretende parecer ofendida y dándome un empujón con el pie.

-No, es que tú eres muy tonta- le replico con picardía.

Hinchas los carrillos y arrugas la cara, haciéndome imposible aguantar la risa.

-¡Idiota!- me gritas mirándome enfurruñada.

-Te quiero.

Ahora eres tú la que me sonríe traviesa.

-Lo sé.

domingo, 16 de mayo de 2010

















Hubo una vez un niño que miraba al cielo y se preguntaba: "¿En qué piensan las nubes?"

miércoles, 12 de mayo de 2010

Hados del bosque


















Una leyenda dice que si llegas al pie de un arco iris, allí habrá un gnomo junto a una olla repleta de oro esperándote.

Es curioso ver como los hombres corren desesperados detrás de un arco iris, mientras a su alrededor pasan inadvertidas las cosas más bellas que uno pueda encontrar jamás. ¿Qué será lo que más les llama? ¿Un enano peludo, una olla oxidada, o quizás un rayo de luz que huye de ellos y que jamás alcanzarán?

Bueno… desde encima de este árbol resulta muy divertido de ver. ¡Jijiji!



Magia



















La niña llegó corriendo por el pasillo y se colocó entre las rodillas de su padre.
-¡Papá, papá, papá! – gritó con los ojos brillantes
-Eh eh, ¿qué te pasa cariño? ¿Dónde está el fuego? – le dijo su padre bajando el periódico que estaba leyendo.
-Papá, ¿existe la magia?
-¿La magia? ¿Y eso a qué viene ah…?-aguzando el oído, creyó escuchar en la televisión de la habitación de al lado las palabras: “Y en su siguiente truco, el inimitable Copperfield...”. Miró hacia la niña, que tenía clavada en él una mirada que no admitía demora.
Con una dulce sonrisa, la cogió por debajo de los brazos y la acomodó sobre sus rodillas.
-Cielo, ¿qué crees tú que es la magia?
-Eem… ¡Sacar conejos de un sombrero! – dijo muy convencida, provocando las risas de su padre.
-¿Tú crees, nada más que eso? – La niña lo miró con curiosidad–. Cielo, la verdadera magia, es una habilidad. Es la habilidad de hacer que la gente crea en lo imposible.
La expresión de la pequeña denotaba que no estaba satisfecha con la respuesta.
-Pero entonces… ¿existe o no? – volvió a preguntar, reiterando su impaciencia con unos golpecitos en el pecho de su padre. Él le acarició la cabeza con ternura.
-¿Sabes qué? Eso depende solamente de ti – le contestó, acompañando sus palabras con un guiño y un toquecito en la nariz de la niña-. Si crees que existe la magia, ella solita se hará real.
Sus palabras hicieron que los ojos de la niña se abrieran como platos, y que de un salto se bajase de las rodillas de su padre.
-¡Entonces siempre creeré en la magia, papi! – exclamó con entusiasmo, dándole a su padre un beso en la mejilla. Acto seguido, salió corriendo por la puerta, como si el conejo de la chistera mágica la esperara en el jardín. Él siguió su carrera con una sonrisa enternecida.
-¿Qué miras con esa cara de bobo?- le interrogó una voz cantarina, sacándolo de su ensimismamiento. Su esposa.
-¿Sabes, cariño? Toda la vida llevo queriendo ser un ilusionista de los de la tele… y resulta que mi ilusión más mágica estaba en esta casa.

domingo, 2 de mayo de 2010

Recogió la botellina de la arena y la examinó. "¡Es ésta! ¡Al fin!", se dijo con ilusión. La apretó con fuerza contra su pecho y corrió a casa.
Entró rápida como un rayo, subió los escalones de dos en dos y entró en su cuarto, su pequeño refugio lejos del mundo.
Destapó la botella y sacó con delicadeza el papel que había dentro, como si de un tesoro se tratase. Y en cierto modo lo era...
Desenrrolló la hoja amarillenta y la leyó con el corazón acelerado. Cuando terminó, abrió el cajón en el que guardaba bajo llave el resto de mensajes, y lo metió con las demás.
De otro cajón sacó un pedazo de hoja blanquecina y una pluma antigua que tenía reservada para esos momentos, y los colocó sobre la mesa.

"Hola", comenzó."¿Qué tal estás? Yo estoy muy bien. Sigo ayudando a mi papá en el bar. Últimamente hay mucho trabajo y acabo agotada, pero papi dice que eso es bueno, y sonríe, así que yo también soy feliz. Me alegro mucho mucho de que tu mamá se pusiera bien! Seguro que es por lo bien que la estuviste cuidando.
¿Sabes qué? Ayer estuve en la boda de mi prima. Estaba muy guapa, tendrías que haberla visto. Fue tan bonito que acabé llorando, ¡qué vergüenza!
Cuando seamos mayores y podamos vernos nos casaremos así, ¿a que sí? Prométemelo!
Bueno, creo que ya es hora de que acabe, que tengo que ayudar a mi papá. ¿Escríbeme pronto, vale?
Te quiero mucho mucho"

Una vez seca la tinta, enrrolló el papel y lo metió en la botella. Colocó de nuevo el tapón y lo selló con un poco de grasa derretida que tenía preparada. A la mañana siguiente, se levantó muy temprano, cogió la botella y corrió hacia la playa.
Besó el cristal para que no se perdiera por el camino, y lo lanzó al mar con todas sus fuerzas. Ninguno de los dos niños sabía a ciencia cierta si era un beso lo que la guiaba en su camino a través del océnao, pero lo cierto era que la botellita siempre llegaba a su destino, con las ilusiones de los dos pequeños grabadas en un trocito de papel.